El Movimiento Surda
A los estudiantes secundarios
A las organizaciones sociales
A la opinión pública
El domingo 11 de junio el diario El Mercurio publicó un artículo
titulado "La Surda, mano derecha de los estudiantes secundarios",
donde se sostiene que nuestro movimiento "delineó el plan de los
estudiantes que puso en jaque a La Moneda", y a partir de ello, que el
movimiento secundario no tenía "ni autonomía ni independencia". A
propósito de dicho reportaje, así como de otras informaciones de
prensa, queremos expresar, para quienes quieran escucharlo, nuestro
punto de vista.
Hace ya varios días que sectores de gobierno y de la prensa dominante
se han enfrascado en la búsqueda de quienes "están detrás" del
movimiento secundario. Es una búsqueda tan inútil como
malintencionada.
El impresionante movimiento de los estudiantes secundarios ha
impactado profundamente al país tanto por la justeza de sus demandas
como por la novedad de sus formas. Ello exige de nuestra sociedad
responsabilidad y sobretodo, una actitud de aprendizaje.
Nada de ello es posible sin embargo, apelando al recurso fácil y
propio de la lógica de la persecución, de buscar quien "está detrás".
Es imposible comprender este movimiento buscando planes y estrategias
concertadas en las sombras.
Quizás ello pasaba en tiempos pasados,
quizás eso podría haber ocurrido con otros sectores o con un
movimiento menos joven, pero es claro para nosotros que este
movimiento respondió a la voluntad de sus bases, que fueron las
protagonistas de todo el proceso. Detrás de los voceros del movimiento
secundario están los estudiantes, las asambleas, las bases; y detrás
de los estudiantes secundarios están sus mamás, sus papás, sus
familias, la sociedad chilena.
Esta no es política vieja, política de maquinarias y planes
inconfesos; esta es política nueva, abierta y transparente,
enormemente más democrática, incluyente, participativa. Este es,
sencillamente, el verdadero "gobierno ciudadano".
Las reuniones y contactos que El Mercurio presenta con malicia
ocurrieron realmente, pero ocurrieron de otro modo. Ciertamente,
dirigentes sociales que integran el Movimiento Surda han conversado
con dirigentes secundarios, del mismo modo en que muchos otros
dirigentes sociales lo han hecho.
Pero nos damos cuenta que para el
poder y para los grandes medios de comunicación es difícil comprender
que más abajo, donde no se juegan las negociaciones de cúpula, un
enorme tejido social vive y se desenvuelve cotidianamente. Actores
sociales de múltiples sectores se reúnen, conversan, comparten
experiencias, se conocen y se compenetran de muchas maneras, en foros,
en movilizaciones, etc, siempre con naturalidad y transparencia.
De modo que no hay misterio alguno en las relaciones de los dirigentes
secundarios con otros sectores sociales, y especialmente no lo hay en
su relación con los universitarios. Si la política formal y los medios
miraran menos hacia arriba y apreciaran lo que ocurre en las bases de
nuestra sociedad lo comprenderían.
Desde esa claridad afirmamos que es totalmente falso que el Movimiento
Surda haya planificado este movimiento o que haya indicado a los
secundarios lo que debían hacer. La Surda no trabaja así sencillamente
porque se opone enérgicamente a toda forma de manipulación partidista
de la movilización social. Hasta este momento no se ha producido ni
una sola reunión de los dirigentes secundarios con el Movimiento Surda
en cuanto tal.
Lo que si ha ocurrido y no ocultaremos de ningún modo, es una
compenetración cada vez mayor entre muchos dirigentes sociales y el
movimiento secundario, y dentro de la cual actúan dirigentes y actores
sociales que integran el Movimiento Surda, junto a muchos otros que
pertenecen a diversas organizaciones políticas o son independientes, y
que tienen en común su diferencia con esos sectores de la dirigencia
social, especialmente sindical, que han sido incapaces de solidarizar
de forma activa y decidida con una movilización cuya gran legitimidad
le viene de su justeza.
La movilización de los secundarios ha sido una lucha contra la
desigualdad. Es por tanto una lucha nacional. No hay que atemorizarse
por las culpabilizaciones del gobierno y la gran prensa. Este
movimiento ha cuestionado la dura lógica excluyente con que actúan las
cúpulas dirigentes y con que se ha conducido este gobierno después
de haber prometido más que ningún otro espacios de apertura y
participación. Ese es uno de sus mayores valores políticos, que exige
la participación de todos. Pero una participación respetuosa y
constructiva en la que ninguna identidad política debe volver intentar
apropiarse de la movilización e imponerle ritmos y sesgos que no les
son propios.
Coincidimos con los llamamientos de los dirigentes secundarios en este
nuevo momento de la movilización. Hoy se requiere la formación de una
amplia alianza social con capacidad política y propositiva, que logre
actuar en esta fase de debate y construcción. Requerimos una educación
que deje de ser un mecanismo de reproducción de las desigualdades
sociales y entregue a todos los mismos niveles de calidad a que
acceden los hijos de los más ricos.
Si hay que discutir sobre libertad
de enseñanza, discutamos; pero no refugiemos detrás de esos eufemismos
los intereses de quienes lucran con la educación de los muchachos de
las capas medias y bajas de nuestra sociedad.
Lo que está puesto sobre la mesa pues no es una lista de tecnicismos.
No es un debate de expertos y tecnócratas. Lo que han puesto en debate
los estudiantes es el sentido social de la educación, que no es más
que el país que queremos. Ahora se trata de pensar entre todos, y no
entre unos pocos expertos cortesanos, las estrategias a través de las
cuales se educan los chilenos para hacer de este un país más justo,
más solidario, más incluyente y constructivo.
Con esa intención se
debe concurrir a la Comisión Asesora Presidencial, y con esa misma
intención hay que dar curso a las iniciativas de alianza social que
buscan ampliar el debate más allá de dicha mesa. No es nuestra opción,
ni es la de los movimientos sociales, restarse de ningún espacio
plural de debate y construcción, sea convocado por nosotros mismos o
sea convocado por el gobierno.
Si la Comisión Asesora tendrá sentido y capacidad es algo que se verá
en los hechos. Pero lo que nadie debe perder de vista es que las
energías y la decisión del proceso abierto no se limitan a la suerte
de la Comisión, y que si el debate ahora convocado resulta fracasar
por la imposición de los intereses de grupos de poder, entonces el
país sabrá quienes son los responsables y nuevas movilizaciones
aflorarán, con tanta justeza y legitimidad como estas.
La presidenta Bachelet tiene ahora la oportunidad de poner en práctica
su promesa de "nuevo trato ciudadano". La prensa tiene la oportunidad
de dejar de sumarse a las estrategias de culpabilización y contribuir
a la comprensión de estos nuevos fenómenos sociales y políticos.
Hacerlo o no está en sus manos. Por nuestra parte, seguiremos
aportando a estos procesos con transparencia, apertura y profundo
sentido de la autonomía.
12 de junio de 2006